Según el último Informe de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias de 31 de diciembre de 2018 había en España 50.521 personas privadas de libertad, siendo nueve de cada diez, hombres. Nos podríamos preguntar ¿cuántos de estos/as internos/as son padres o madres? Resulta complicado encontrar este dato ya que esta información no se registra en prisión. A lo largo del extenso informe que recoge datos estadísticos y actividades desarrolladas en los Centros Penitenciarios españoles, no aparece la palabra “padre” y cuando se cita la palabra "madre" es en referencia a pocos Centros donde se permite convivir con hijos/as hasta los 3 años. Aunque la condena a prisión se dicta por responsabilidades personales, las consecuencias de la misma se extienden a nivel sistémico. Así, los/as hijos/as han sido definidos/as como “las víctimas olvidadas de la encarcelación” (Robertson, 2007). Sin embargo, no cabe duda de que la reintegración social es un objetivo prioritario de la Ley Orgánica General Penitenciaria (1979) y que la privación de la libertad no puede transformarse en una privación de los vínculos. Existen evidencias que han asociado la experiencia del encarcelamiento de padres y madres con conductas antisociales de los hijos e hijas, conductas delictivas tempranas, abandono y/o fracaso escolar, desempleo, uso de sustancias tóxicas, embarazo temprano, etc. (Murray y Farrington, 2008; Johnson y Easterling, 2012). Se observa una tendencia a identificarse con las figuras parentales, imitando y legitimando experiencias negativas que se volverían a transmitir en las nuevas generaciones. En esta línea, Murray y Farrington (2008) observaron en estudios llevados a cabo en Inglaterra que los hijos y las hijas de personas privadas de libertad presentan, aproximadamente, tres veces mayor riesgo de manifestar un comportamiento antisocial a largo plazo. Además, en línea con las teorías del trauma, se explica que las separaciones forzosas de los hijos e hijas dejan huellas y secuelas a nivel psicológico y social por afectar al desarrollo de la infancia y al proceso de vinculación y base segura (Bowlby, 1988). Por esta razón, es urgente paliar las consecuencias de la encarcelación facilitando que los vínculos materno o paterno filiales no se rompan durante esta etapa y se ofrezca acompañamiento a las familias dentro y fuera de las prisiones. En esta línea, el Consejo de Europa ha invitado a los Estados Miembros a aumentar los esfuerzos en la aplicación de normas más flexibles a la hora de regular el contacto familiar de las personas encarceladas con el fin de garantizar que el niño o la niña mantenga relaciones personales y un contacto directo con sus progenitores (Committee et al., 2018). La recomendación afirma que Los niños y niñas con padres y madres encarcelados tienen los mismos derechos que los demás niños y niñas, incluso a un contacto regular, siempre que este no vaya en contra del interés superior del menor. ¿Qué papel juegan las relaciones familiares en la reincidencia de la población penitenciaria? En España la reincidencia es de un 31 %. En estudios norteamericanos se ha encontrado que la reincidencia baja a un 2-4 % entre personas reclusas a las que se les ha facilitado mantener relaciones familiares (Harrison, 1997). En Canarias existen cinco Centros Penitenciarios que albergan a una población reclusa que en 2020 supone aproximadamente unas 2.500 personas reclusas, según un estudio realizado por la Asociación Hestia ; más de un 60% de los internos son padres y más de un 75% de las internas son madres, siendo la natalidad el doble de la media nacional española. La Asociación Hestia impulsó en el año 2017 un programa piloto denominado “Padres y madres sin barreras” que se propone promover la Parentalidad Positiva y facilitar el desarrollo de los vínculos familiares durante la estancia en prisión y trabajar expectativas de futuro que permitan no reincidir en los delitos. El programa, que tienen una duración de 6 meses, sigue la metodología experiencial para la formación de los padres y de las madres y prevé un conjunto de acciones e intervenciones que se desarrollan a distintos niveles de forma complementaria: grupal, individual, familiar, comunitaria e institucional. En este artículo analizaremos las preocupaciones que manifiestan los padres y las madres privados/as de libertad en relación con sus hijos/as y valoraremos si existe conexión entre el grado y la calidad de la comunicación que mantienen y las preocupaciones parentales.
Preocupaciones de los padres y madres privados de libetrad según el grado de comunicación con los hijos e hijas.
Graziano Pellegrino
2022-01-01
Abstract
Según el último Informe de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias de 31 de diciembre de 2018 había en España 50.521 personas privadas de libertad, siendo nueve de cada diez, hombres. Nos podríamos preguntar ¿cuántos de estos/as internos/as son padres o madres? Resulta complicado encontrar este dato ya que esta información no se registra en prisión. A lo largo del extenso informe que recoge datos estadísticos y actividades desarrolladas en los Centros Penitenciarios españoles, no aparece la palabra “padre” y cuando se cita la palabra "madre" es en referencia a pocos Centros donde se permite convivir con hijos/as hasta los 3 años. Aunque la condena a prisión se dicta por responsabilidades personales, las consecuencias de la misma se extienden a nivel sistémico. Así, los/as hijos/as han sido definidos/as como “las víctimas olvidadas de la encarcelación” (Robertson, 2007). Sin embargo, no cabe duda de que la reintegración social es un objetivo prioritario de la Ley Orgánica General Penitenciaria (1979) y que la privación de la libertad no puede transformarse en una privación de los vínculos. Existen evidencias que han asociado la experiencia del encarcelamiento de padres y madres con conductas antisociales de los hijos e hijas, conductas delictivas tempranas, abandono y/o fracaso escolar, desempleo, uso de sustancias tóxicas, embarazo temprano, etc. (Murray y Farrington, 2008; Johnson y Easterling, 2012). Se observa una tendencia a identificarse con las figuras parentales, imitando y legitimando experiencias negativas que se volverían a transmitir en las nuevas generaciones. En esta línea, Murray y Farrington (2008) observaron en estudios llevados a cabo en Inglaterra que los hijos y las hijas de personas privadas de libertad presentan, aproximadamente, tres veces mayor riesgo de manifestar un comportamiento antisocial a largo plazo. Además, en línea con las teorías del trauma, se explica que las separaciones forzosas de los hijos e hijas dejan huellas y secuelas a nivel psicológico y social por afectar al desarrollo de la infancia y al proceso de vinculación y base segura (Bowlby, 1988). Por esta razón, es urgente paliar las consecuencias de la encarcelación facilitando que los vínculos materno o paterno filiales no se rompan durante esta etapa y se ofrezca acompañamiento a las familias dentro y fuera de las prisiones. En esta línea, el Consejo de Europa ha invitado a los Estados Miembros a aumentar los esfuerzos en la aplicación de normas más flexibles a la hora de regular el contacto familiar de las personas encarceladas con el fin de garantizar que el niño o la niña mantenga relaciones personales y un contacto directo con sus progenitores (Committee et al., 2018). La recomendación afirma que Los niños y niñas con padres y madres encarcelados tienen los mismos derechos que los demás niños y niñas, incluso a un contacto regular, siempre que este no vaya en contra del interés superior del menor. ¿Qué papel juegan las relaciones familiares en la reincidencia de la población penitenciaria? En España la reincidencia es de un 31 %. En estudios norteamericanos se ha encontrado que la reincidencia baja a un 2-4 % entre personas reclusas a las que se les ha facilitado mantener relaciones familiares (Harrison, 1997). En Canarias existen cinco Centros Penitenciarios que albergan a una población reclusa que en 2020 supone aproximadamente unas 2.500 personas reclusas, según un estudio realizado por la Asociación Hestia ; más de un 60% de los internos son padres y más de un 75% de las internas son madres, siendo la natalidad el doble de la media nacional española. La Asociación Hestia impulsó en el año 2017 un programa piloto denominado “Padres y madres sin barreras” que se propone promover la Parentalidad Positiva y facilitar el desarrollo de los vínculos familiares durante la estancia en prisión y trabajar expectativas de futuro que permitan no reincidir en los delitos. El programa, que tienen una duración de 6 meses, sigue la metodología experiencial para la formación de los padres y de las madres y prevé un conjunto de acciones e intervenciones que se desarrollan a distintos niveles de forma complementaria: grupal, individual, familiar, comunitaria e institucional. En este artículo analizaremos las preocupaciones que manifiestan los padres y las madres privados/as de libertad en relación con sus hijos/as y valoraremos si existe conexión entre el grado y la calidad de la comunicación que mantienen y las preocupaciones parentales.File | Dimensione | Formato | |
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